jueves, 23 de septiembre de 2010

Presentación

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A los 8 años tuve un gran problema: no había hecho la tarea (recordemos que a esa edad no haber hecho la tarea implicaba un fuerte reto de parte de esa profesora que nunca podía delinearse bien los labios y que parecía Capussotto con sus pelos locos).

La razón, más tarde se dio cuenta la maestra (claro! Porque maestras eran las de antes que cuando al chico se le salían los ojos para afuera se daban cuenta que algo les podría estar pasando) era porque no podía ver desde mi asiento las consignas.

Al principio (la muy inteligente Sra.) me sentó en la primera fila pero seguía viendo borroso si por algún motivo estaba lejos del pizarrón (Es que ella pensó que quizás si me acercaba al pizarrón la miopía desaparecería, nada tonta la Sra.)

Porque algunas preguntas no las había entendido cuando la profesora me pregunto el porque le conté me hizo escribir unas preguntas mas creyó que la cargaba cuando no veía lo que decía

Fue entonces que decidió mandarle una nota a mi mamá con la leyenda: “Creo que Paula tiene dificultades para ver. Hoy confundió la puerta de salida con la del armario. Por favor llévela a un oculista. PD: también confundió la caja de cartuchos de tinta con el chocolate Jack por eso tiene la ropa y cara manchadas.”

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Me llevaron a una clínica para “arreglar mis ojitos” (era la manera turbia para en realidad hacerme ver por aparatos monstruosos y metálicos que parecían atascarse en la cabeza) y ahí determinaron que era miope.

En la óptica un divino pero tan carismático oculista (y si alguna vez fueron a una óptica entenderán la ironía de mi enunciado) me mostró todos los anteojos para “mis ojitos”.

No tuve mejor idea que elegir el par verde manzana, tipo extraterrestre.

Ah! Aclare que hacían juego con mis engranajes de acero que tenia por aparatos? Sumado a mis dos colitas prolijamente arregladas arriba de mis orejas.

A mi mamá en vez de que hija hermosa que tenés le decían que hija hermostra!.

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Sin ser grosera me faltaban los zapatos ortopédicos para parecer un divino monstruito.

Ahí comenzaban a crecer en mi entorno los típicos apodos que me radiarían por unos años (duro lo que aprendí que el punto débil de los hombres se encuentran en ambas cabezas).

Mi primera lección: Lo peor no era no poder mirar, ser corto de vista, miope, cuatro- ojos, cuatrochi, nerd, ñoña, ojona etc. etc.

Lo peor era no saber ver con lo que implica en toda su acción, ver más allá de lo que se mira.